Por Freddy Millán Borges
El problema del daño antropológico, que afecta a la sociedad venezolana, no ha estado exceptuado de polémicas con respecto al término y a su aceptación por parte de la comunidad académica, la dirigencia política y social y finalmente por todos los que buscan una explicación, al deterioro en todos los órdenes, sin una acción sociopolítica que modifique el estado de cosas.
La crisis humanitaria compleja venezolana se expresa en un deterioro sin precedentes en el continente americano, que nos hizo transitar de un país petrolero, que se contaba entre los que presentaban mejores indicadores de la región, a un país -según Encovi-UCAB 2021, iniciativa académica, ante la opacidad o inexistencia literal de datos oficiales- con un techo de 94,5% de pobreza, que ya es difícil siga creciendo; 76,6% de pobreza extrema, en aumento, el más desigual del continente con 56,7 % según el coeficiente de Gini, con una caída significativa de la cobertura educativa en la educación inicial y universitaria, el país empobrecido, empequeñecido por la estampida migratoria, todo esto después del mayor y más prolongado boom petrolero de la historia.
Estamos afectados por la recesión, la caída de todos los indicadores económicos y la hiperinflación, que ya se cuenta entre las más prolongadas de la historia de ese pernicioso mal, que según nos refería el brillante economista Carlos Ñáñez, el propio BCV la midió en “octubre: 6,8%, para una inflación anualizada de 1.576,5% y acumulada de 574,6%”, por primera vez desde hace 8 años, en su lapso legal, cuestión que explica parte importante del drama nacional, lo peor, sin visualizarse ninguna política económica que ponga fin a esta situación y por el contrario, siguen los estímulos para prolongar el problema y sus consecuencias en la destrucción del tejido social.
El deterioro político institucional, la desciudanización, la “huelga electoral” que parece se levanta, la debilidad de los partidos políticos y en general de la sociedad civil, construyen un entramado que el denso intelectual, constitucionalista y exparlamentario Nelson Chitty La Roche ha llamado la “Crisis perfecta”. Así, desde el mundo intelectual, particularmente desde la sección de opinión de El Nacional, se hace una reflexión profunda, con los antes citados, las plumas de J. R. Herrera, Javier Vivas Santana y los colegas de Pensar Educativo, con los que compartimos visiones amplias y complementarias del problema venezolano, y en particular sobre el daño antropológico.
La categoría daño antropológico la expone por primera vez Luis Aguilar León, un cubano formado con los jesuitas, contemporáneo y condiscípulo de Fidel Castro, abogado, profesor de Filosofía del Derecho, con una amplia formación académica y una activa vida intelectual y política como fundador y dirigente del Partido Demócrata Cristiano Cubano, en su valioso libro Cuba y su futuro (1992), comienza por analizar como una sociedad se enferma (sociopatía) delirando por un líder carismático y mesiánico, renunciando a su voluntad y sometiéndose a los designios del hegemón. Inicialmente reivindicando un cambio, reivindicando viejas frustraciones y ofreciendo un cambio radical, que arrase a las élites culpables y prometiendo un futuro épico y difuso.
En tal sentido, Aguilar establece una analogía entre los procesos que desembocaron en la Alemania nazi, el socialismo cubano y las características de sus líderes. Antes Hannah Arendt (2004) había visto el problema del totalitarismo en las perspectivas del nazismo y el socialismo soviético.
“Ambos pueblos, dice Aguilar León, eran ‘pueblos enfermos’, Krankenvolk o se enfermaron en el momento” (Muller, 2017). La inoculación operó en la anulación del diálogo y su sustitución por un monólogo, de un líder con pretensión de omnipresencia y omnisapiencia, infalible e inapelable, que a veces su retórica se confunde con la de un líder religioso, profetizando una nueva religión, contra un satán al que dirige un calculado lenguaje de interposición, al decir de Martin Luther King, que despersonaliza (cerdo, gusano), que fragmenta y atomiza, que reduce y que aniquila la condición humana a partir del totalitarismo (Arendt, 2005).
Allí contextualiza a Adolfo Hitler y a Fidel Castro, que usa una frase idéntica a la del cabo austriaco, según Aguilar León: “La historia me absolverá”. Esa sociedad con quebrantos se le inocula y se le enferma, entrando así en el ser personal. Así se transita de la promesa de la raza aria y del hombre nuevo, al hombre enfermo (homo saucius) que desarrolló una enfermedad antropológica según Dagoberto Valdez Hernández (2020)
Desde el campo disciplinario de la Antropología Filosófica se ha venido desarrollando una concepción del daño antropológico, afectando a la Persona Humana, construido desde el personalismo comunitario y este a su vez en el contexto de la Doctrina Social de la Iglesia, en una reflexión desde la vivencialidad.
Ante esta situación los venezolanos afectados debemos comenzar a comprender, a reaccionar, para poder sanar este daño. Este es un problema antropológico y su abordaje debe ser fenomenológico, según el criterio del sacerdote jesuita Pedro Trigo.
Partiendo del hecho que una enfermedad es una alteración leve o grave de un organismo o de su integración, por causas internas o externas, entonces el daño antropológico es una afectación de la condición de la persona humana en sus dimensiones: personal y comunitaria, lo cual termina por despersonalizar y desciudadanizar, desplazándola a una Situación Límite (Jaspers).
Dentro de los daños antropológicos más específicos Luis Aguilar León (ob.cit) señala cuatro, y Muller (ob. cit) agrega dos más, a saber:1-el servilismo; 2-el miedo a la represión; 3-el miedo al cambio; 4-la falta de voluntad política y de responsabilidad cívica; 5-la desesperanza, el desarraigo, el insilio”; y, 6-la crisis ética del pueblo cubano.
Dagoberto Valdez Hernández (ob.cit) afirma que el daño antropológico se origina en el totalitarismo que debilita, doblega, lesiona a la persona humana en su estructura interna y en sus dimensiones cognitiva, volitiva, emocional, ética, social y espiritual, todas o en parte, según sea el trastorno ocasionado. Son años de Estado totalitario, partido único, que pretende encarnar al pueblo orientar toda institucionalidad, interpretar el sentido de la historia, y el control total sobre la sociedad y el ciudadano.
Parafraseando a Ortega y Gasset, en su perspectiva de la vivencialidad, este fenómeno, no nos resulta ajeno, está constantemente influenciado por narrativas, relatos históricos inconclusos o la deformación de la historia, que se pretende reescribir desde intereses hegemónicos, los cuales Gadamer denominó conciencia histórica, y que son reproducidos desde las “redes sociales”, en competencias desde los extremismos, con un lenguaje de racismo; exclusión, despersonalización, pretendida superioridad moral, rencor, resentimiento y siguiendo el mismo guion, así se tiña de “rojo o de azul”.
El daño antropológico debe ser tratado como una enfermedad antropológica, que requiere sanación, asunto que previa comprensión en el contexto venezolano, abordaremos en la próxima entrega, y más cercanos al campo político.
Referencias
Aguilar León. L (1992) Reflexiones sobre Cuba y su futuro. Ediciones Universal: Miami
Arendt. H (2004) Los orígenes del totalitarismo. Bogotá: Taurus
Arendt. H (2005) La Condición Humana. Barcelona-España: Ediciones Paidós
Müller. F. J (2017) El daño antropológico: la verdadera tragedia de Cuba. Democracia Participativa.Net
Ñáñez. C. https://twitter.com/carlosnanezr/status/1457110500613963781
Valdez Hernández. D (2020) “Causas, síntomas y consecuencias del daño antropológico provocado por los regímenes totalitarios”; Democratización, 7, pp. 6-16