La mujer de hoy, sin lugar a dudas, ha hecho grandes logros. El anonimato ya no es para ella una pesada carga
“No se amolden al mundo actual, sino sean transformadores mediante la renovación de su mente» Romanos 12,2
La mujer se ha liberado. Se ha lanzado. Se ha empoderado. Ha peleado y ha ganado posiciones en la sociedad machista, que aún hoy, intenta sabotear sus derechos.
Su lucha ha sido esencialmente buena, porque ha tratado de ser libre, de ubicarse en un plano de igualdad de oportunidades en la sociedad.
De aportar de acuerdo a sus talentos, de brillar, de escalar posiciones relevantes, de exhibir lo que tiene en su interior y demostrar su capacidad creativa, intelectual y profesional.
De incidir con su visión, obviamente diferente a la del hombre, en la toma de decisiones. Y aunque aún por desgracia, existan mujeres que no son tomadas en cuenta, en países con culturas donde la mujer no es nadie, también existe el asomo persistente del maltrato, en países donde la mujer ha librado su batalla, obteniendo voz y presencia.
A pesar de los logros obtenidos, todavía falta mucho por recorrer. La mujer lo sabe, y continúa su lucha con fe y persistencia.
Pero, muchas han perdido el rumbo. Muchas han utilizado su bien ganada libertad y autonomía, para volverse al desenfreno y a la obtención de cosas materiales a través de sus encantos.
Muchas se han concentrado en la obsesiva búsqueda de la perfección de su cuerpo, en la búsqueda de la belleza y la juventud, a toda costa. Y han perdido el freno. Ese punto donde la conciencia te dicta “hasta aquí”. Ese equilibrio que desliga la auténtica libertad del libertinaje.
Muy lejos está la mujer digna, recatada, sin ser pusilánime, pero preservando el respeto de los demás, especialmente del hombre. La belleza perfecta, exuberante y cruda, es su objetivo. No importa si con ello, el pudor y la decencia quedan relegados.
La búsqueda de la perfección del cuerpo las ha llevado a salas de operaciones y a la búsqueda de recursos para lograr este fin. Obsesionadas, no les importa la posibilidad de perder la vida. Y claro, después de lograr su objetivo, tienen que enseñarlo. Y vemos hoy, con una naturalidad apabullante, cómo supuestas damas, deja la mayor parte de su cuerpo al descubierto. Y uno se pregunta, ¿con qué fin? ¿La admiración de los hombres? ¿La provocación o la lujuria? ¿La envidia de las mujeres?.
En fin, objetivos vacíos, superficiales y cuestionables. Y lo peor de todo, es que nos hacen parecer que esto es lo normal, lo moderno. Y los hombres, aturdidos con tanta provocación, se dejan seducir cual “Adanes” por múltiples “Evas” que provocan comer de la fruta prohibida.
Hay que parar. Hay que volver a ser mujer. Con los atributos y virtudes con que fueron creadas. Mujeres guerreras de este tiempo de lucha y retos, pero mujeres dignas, respetables, con voz tronando por derechos inalienables, pero también reconociendo sus deberes como mujer.
Mujeres sutiles, dulces, tiernas, protectoras, honestas y con valores. Haciendo valer ante todo, su vida y su fuerza interior, más que su belleza externa, porque la verdadera belleza es aquella que emana del interior del ser. Es esa que no se marchita con los años ni se consigue a través de cirugías. Es la que emana el aroma inconfundible de una mujer realizada y feliz.
Una mujer que no necesita provocar, porque está convencida de que es admirada. Una mujer que no trata de ser atrevida, sino que entiende el poder de la humildad. Una mujer con tanta fuerza interior que se desborda en sabiduría, talentos, logros y amor.
Esa es la mujer de hoy. Aquella que calladamente consigue sus sueños y sabe lidiar los problemas más complejos. Que sabe comprender a su pareja, sin dejar de expresar lo que siente. Que logra sus objetivos, sin que ellos sean una competencia sino una realización. Que es temerosa de Dios y sigue sus principios.
Una mujer que se sabe hija del Dios Altísimo, siempre tendrá éxito y nunca necesitará salirse del amor para lograr su cometido. Te invito a que lo seas. Una mujer de hoy, pero convencida de que nuestro sendero en este pedazo de tiempo que es la vida, debe ser la exaltación de todo lo bueno que Dios nos ha regalado.
Hasta un próximo café y que Dios les bendiga!
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