Crónica desde la resistencia

Esta mañana el mundo amaneció diferente, no sé qué es, se siente algo raro en el  aire, está como enrarecido, el autobusero me sonrió, los vendedores ambulantes que antaño se montaban en los autobuses ahora ponen una cestica en la parada del centro y se paran junto a un cartel que anuncia precios y mercancías , no hay evangélicos a las puertas del centro comercial con su aura de bonhomía y sus panfletos de tigres besándose con corderitos, claro, de watch tower. Algo pasa, estoy camino a mi nuevo empleo, de repente se oscurece el cielo y desde un relámpago fulgurante se oye una voz que dice, mi hijo ya está entre ustedes, mosca con una vaina que los quemo a toditos, nada de crucifixiones, si nada le pasa algunos conocerán la gracia divina, del susto me desmayé.

Desperté en el hospital, en una habitación limpia, con aire acondicionado, televisión por cable y hasta teléfono a un lado de la cama, mientras volteo a buscar de donde sale ese espantoso timbre, lo descubrí, era de parte de mi hija que llamó preocupada pues un muy amable señor le comunicó de parte del hospital a notificar que estaba en observación, solo tenía un shock producto del impacto cataclismo de la llegada del nuevo mesías, sin embargo estaba hospitalizado solo por precaución. Lloramos ambos de alegría y todo estuvo bien hasta que mi bebé recomendó muy seriamente rezar 15 avemarias y seis padres nuestros para hacerme perdonar la última mentada de madre que pronuncié en voz alta antes de desmayarme, además claro recomendarme que era de muy mal gusto bucear señoritas que podrían ser mis hijas, que dejara de pensar cómo hacerle propuestas indecentes a las enfermeras, un mal vicio este de andar imaginándome cualquier cosa.

A todas muy sorprendido le pregunto, ¿Cómo sabes tú eso?, ella  responde no sin antes regañarme por usar la palabrota, que en este nuevo orden cualquier pensamiento impuro, soez, mal intencionado y lujurioso, era retransmitido telepáticamente a todos los seres queridos del sexo femenino y en el caso de las mujeres era al revés, la verdad yo no sentía nada de eso, seguro fue que la cosa mágica del asalto celestial en la invasión me pasó por encima cuando estaba desmayado y me salvé.

Mientras descansaba y tomaba mi celular para llamar a  mi novia, pero no existía servicio, pregunté a una enfermera quien comentó que ahora todos era marca Celestialringtones, ya no habían otras operadoras y además mi modelo era digital de vaina, lo que lo hacía un poco más arcaico e inservible.

Salí a dar un paseo por el pasillo del hospital mientras esperaba que una enfermera me trajese mi ropa de la lavandería, miro por la ventana y veo mis montañas, la avenida, el parque y hasta el estacionamiento, sin buhoneros ni gente vendiendo empanadas fritas en aceite de camión, era el norte de mi ciudad, mis montañas queridas y según esa mirada estaba en el hospital central de Maracay, caramba, algo pasó y no me di cuenta, en la habitación de al lado estaba una hermosa señorita quien al parecer le ponían sus primeras prótesis cosméticas y había una suerte de tribu de muchachas de unos 21 diría yo, como salidas de un calendario Playboy, en ese momento, mientras comienzan a salir imágenes poco pudorosas de lo que se podría hacer, siento un golpe eléctrico en la nuca y se me apaga la luz de nuevo.

Despierto algo adolorido y una amable abuelita me da una pastilla y un jugo, estoy en un sitio con barrotes, sonaba en el ambiente la tercera estación de Vivaldi, a volumen muy suave, relajante pues, tocan la puerta de lo que ya me doy cuenta es una celda, pasa un centurión, con faldita y demás, en vez de lanza portaba una garrocha eléctrica y en la otra mano una Tablet que consultaba constantemente, se presenta y dice ser del cuerpo de la compañía de Jesús, la guardia de honor del mesías quien requería de mi presencia de inmediato.

Allí me montan en una cava policial, tenía aire acondicionado, asientos de gobelino francés y más Vivaldi aunque los guardias  comentaban que preferían a Mozart, salimos del hospital hasta el nuevo palacio presidencial, ese estaba en la cima del Henry Pittier, en plena selva húmeda, podría jurar que era la estación biológica pero limpia y con muchos animalitos en todos lados, al parecer había una fiesta y en el jardín entre faisanes, pavos reales, ardillas, un oso palmero, unas cuantas serpientes, venados y un par de tigres a cada lado de los músicos que tocaban unas piezas de Bizet excelentemente orquestada, eran un octeto de cuerdas y vientos. Había mucha gente de Smoking, mujeres hermosísimas y otras no tanto pero de igual manera acordes con el paisaje, en ese momento el centurión ese de la faldita blanca me dio un lepe, por pensar de manera lujuriosa de una dama de vestido azul, piernas de infarto y un escote trasero que se le perdía en la espalda con pecas y todo, bella pues.

Seguimos caminando y nos recibió otro pero de librea y peluca, que me conminó a acompañarlo por unos pasillos que parecían sacados de una pesadilla de Liberace cuando durmió la borrachera con Truman Capote, todo impoluto y de un lujo difícil de esperar, buena, al fin me dejaron frente a una puerta y desde adentro una voz me invitó a entrar.

Era una oficina gigantesca, con techo de vidrio y una verdadera selva tropical adentro pero con clima de montaña, en un escritorio de oro con incrustaciones de algo que parecían ser diamantes engastados en monturas de platino, estaba sentado un señor joven. Diría yo de unos 35 años, rubio, en forma, vestía un traje blanco sin corbata y calzaba unas sandalias que aparentaban ser rusticas, pero muy disimuladamente se podía leer Nike Air. Se presentó como Jesús de Nazareth, presidente vitalicio y eterno de Venezuela, al ver el sarcasmo dibujado en mi mirada, me reprendió y me aseguró que él era el Mesías, sin embargo yo era el único en este país que por algún misterio divino no me encontraba bajo el encantamiento del dios padre para arreglar un poco la cosa por acá.

Me hizo sentar en un pupitre, muy cómodo, pero pupitre al fin y me dijo que mi penitencia era escuchar su historia pues sabía que apenas llegase a mi casa la escribiría, que era un vicio muy arraigado en mí, gracias a esa dispensa podría fumar, tomar café y todos los caprichos que me provocase, total, solo no hay chance de cometer fechorías y si por telepatía mi novia e hija se enteran ahí la cosa se complica.

 La planificación de la invasión comenzó un mes atrás, cuando en el despacho de relaciones públicas del cielo, seccional Suramérica, capitulo Venezuela, había un desastre de relaciones públicas, los evangélicos de pare de sufrir se fueron del país porque el diezmo de sus acólitos no alcanzaba para las prostitutas del señor obispo., la cosa pintaba mal, pero peor les dejaba eso del “tiempo de dios es perfecto” frase que todos repudiaban y con él a la santísima   benevolencia celestial, eso no podía ser, acto seguido y por órdenes superiores se organizó una reunión de santos locales con el alto gobierno del éter, analizaron las ultimas cuatrocientas noventa y tres millones de suplicas de los últimos tres años, revisaron los miles de dibujitos, letreritos, foticos y cosas que rodaban por Facebook y twitter de temas católicos y las respuestas debajo de cada posteo era infame para la política celestial, se discutió la posibilidad de un tsunami que acabase con la plaga de venezolanos pero San Silvestre abogó por la vida de los animalitos, San Gerónimo trazó un plan de contingencia para la evacuación de la fauna, igualmente San Silvestre se molestó por los arbolitos, ahí José Gregorio lo secundó y se acordó del Ávila y las montañas de sus andes natales, ante tal suplica de un santo que al parecer es el más venerado y de paso con don de gentes, Jesús puso a la orden su ejército y le planteó el plan de invasión a la comunidad del santoral local y a su mamá quien también es reverenciada por muchos de estos lados.

Dios padre, recordando lo mal que lo pasó su hijo la última vez que anduvo por la tierra, decide darle una ayudita con sus supermega poderes, arregló todo lo que estaba mal en el país, desapareció la contaminación, las drogas, el alcohol, botó a todos los infieles que no eran católicos le puso un grillete cerebral a todos los venezolanos para que por esa interconexión no les diera por volver a joder, desapareció todas las armas y hasta las blancas, reformó las leyes y solo se permitía el consumo moderado de licor, café descafeinado y cerveza sin alcohol, limpió calles y avenidas, en fin, Venezuela se transformó en un ala pobre del paraíso, todo en una noche, yo no lo supe pues estaba desmayado e inmune por alguna maligna razón.

Jesús llegó a Venezuela, resolvió el asunto de la presidencia, se trajo como ministro de defensa y gobernabilidad al arcángel Gabriel y para todo lo demás una pléyade de altos oficiales, para educación se trajo del cielo a Aristóteles, finanzas a otro Aristóteles pero Onassis a quien tuvo que pedirlo en préstamo del limbo pues era un real hijo de puta pero muy buen negociante, ese servía para reflotar la industria nacional y abrir nuevos mercados sin matar al país, otros más que ahora no van al caso, el asunto malo es que muy a pesar de la bondad divina, una cláusula que se inventó el dios padre fue la del libre albedrio y ya por el monte andaba satanás jodiendo el parque, las almas estaban inquietas pues les hacía falta de eso que les quitaron en nombre de la paz celestial.

Me siguió contando cosas y los prodigios fueron tantos y tan increíbles que terminaron por aburrirme, acto seguido me acordé de cuando estaba casado y mi esposa se ponía intensa, fijaba la mirada justo entre los ojos de ella y así pensaba que le estaba haciendo caso, cuando la verdad pensaba en la teoría aristotélica del cielo o en las piernas de la secretaria de la oficina del jefe. Así pasaban las horas, como tenía el cerebro en blanco el hombre pensaba que yo tenía pensamientos beatos, que es igual a no pensar mucho.

Se despidió no sin antes decir que esta noche dormiría con Mesalina a quien su pana satanás le prestó un rato como agradecimiento por dejarle pasar unos paquetes de contrabando por la frontera con Colombia, aunque estaba prohibida la importación del tal producto, el presidente vitalicio sentía una debilidad por eso, pero en su caso, el origen divino de su genética lo hacía inmune a sus perversos efectos, pero los humanos no.

El mismo transporte me trajo hasta la escalera de mi casa, donde me esperaba mi gato, y una calle igual pero diferente, sin motos, smog, salsa erótica, vallenatos ni malandros jugando basketbol, todo muy limpio y blanco, eran como las dos de la madrugada y habían niños jugando al escondite en plena calle,  muy felices, sanos, desaparecieron los gordos y las viejas feas. Muy rara la cosa. A la mañana siguiente no me pude contener y fui al supermercado, todo era barato, había leche en 900 presentaciones, mantequilla, margarina, cervezas a granel, carne, azúcar, café descafeinado por toneladas (guacala), carnes, pollos, corderos gorditos y tiernos, gansos, faisanes. La sección de delicatesen era celestial, a precios de cielo para pobres, hice mercado, casi por gula, como los niños, me cobraron un 95% de descuento por mi carnet de cronista presidencial, sin embargo a los demás se los daban por lástima y los más orgullosos vociferaban que querían pagar todo completo y si no lo querían donaban la diferencia a los pobres, así mismo el centro comercial era otra cosa, de vuelta, mareado por la impresión pare en la bodega de la cuadra, por primera vez olía bien, la señora era amable, me sonrió, caramba, me sonrió, parecía un minisúper lo que antaño era un monumento a la miseria y la desidia, caramba, la cosa pintaba bien, aunque no sé por qué sentía un malestar en el pecho, algo no me cuadraba, con todo y que la señora me regaló tres cajas de mis cigarros preferidos, de los que nunca antes había venido la muy malvada.

Bueno, una vez en mi casa mezclé el café descafeinado con unos paquetes de verdad que había en mi despensa por aquello de la escasez y me hice algo parecido al café que siempre me había tomado, encendí un cigarro y me relajé, acto seguido un profesor de mi universidad, muy buen amigo y compañero de tertulias y vodkas, quería hablar conmigo, extrañamente tenía un sombrero de ala ancha, de medio lado y zapatillas como para ir volado, además lentes oscuros que me dijo eran para que nadie viera hacia donde iba su mirada. El sombrero ocultaba una gruesa capa de papel aluminio, era según él, la única manera de escapar a la supervisión telepática, me hizo uno en una gorra de béisbol que me puse y nos dispusimos a tomar un poco de vodka barato que tenía por acá, al tercer trago se dio cuenta que era inmune al encanto celestial, se rió , carcajeo y celebró, solo para luego ponerse triste y contar que estaba esperando la muerte pues vivir de manera tan perfecta lo estaba matando en vida, el de la carcajada fui yo, le dije, pana pero ¿tú no eras súper religioso?, a lo que me respondió, que virtud sin fiesta, tragos y amigos no tenía sentido, ahí fue que me di cuenta de lo que fallaba, no tenía panas a la mano, todos andaban en otras cosas, muy sanos, rectos, sabios, aburridos, menos mi pana profesor de historia.

Entre vodka y vodka me comentó de una red secreta de bebedores y conversadores clandestinos, además aceptan fumadores y tomadores de café, que a mí me quedaría perfecta por mi cualidad multi vicios legales, así tomé el camino del insurgente anticelestial, pasé a la clandestinidad, adonde espero pronto traerme a mi gente amada para lograr hacer de Venezuela lo que antaño fue, solo que sin malandros regeton, vallenato y demás cosas odiosas de aquellos tiempos.

  José Briceño 2020

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