Una política puede ser condenada moralmente cuando recurre a ciertos medios que no pueden ser justificados por los fines
Es condenada precisamente, para ponerla en la relación adecuada con el fin al que sirven en distinta forma –tanto la moral como la política” (Sánchez Vázquez, 1985, 97).
No quiero afirmar que en 2021 cambió o cambiará la naturaleza del poder y los afanes de sus detentadores. Solo quiero notar lo que hoy observamos y resaltar sus características más prominentes.
Bastará con advertir que, detrás de cada déspota hay un depredador y siempre lo hubo pero, veámoslos con el lente y el zoom a esta hora.
¿Ha mandado? Solo así se conoce quién es y cada cual. Comentario oído de la boca de una distinguida señora larense que me relatará mi correligionario y compadre de sacramento Ramón Guillermo Aveledo y que retuve en mi memoria.
La prueba de lo que encierra dentro de sí, en su closet interior, suele patentizarse cuando asciende en la jerarquía y por supuesto, más aun si nos referimos a la primera magistratura del siempre ladino Leviatán.
Hay pues, un tránsito existencial que a menudo conoce la carrera de aquellos elegidos por, quién sabe quién, para llegar a la cima de la montaña. Voltaire diría que solo arriban arriba, águilas y reptiles. Desde allí y moviendo la cabeza miran si acaso a los demás y, configuran un mundo a la medida de su vanidad.
He dudado de si la motivación más grande del hombre es la supervivencia o el poder, como afirmaron respectivamente Schopenhauer y Nietzsche. Tal vez, incluso, cabe advertir que figurar, resaltarse, distinguirse y desde luego prevalecer son etapas de ese devenir tan humano que puede llegar a ser también inhumano porque, aun costosas, esas fases son capítulos de una avidez siempre resentida.
Hugo Chávez es un ejemplo de lo que afirmamos. El dicho popular ironiza con aquellos que “… si van a un bautismo quieren ser el bebé y si van a un sepelio envidian al muerto al que todos se acercan a ver”.
El ego del paracaidista no se sació con la presidencia de Venezuela ni con la regaladera de dinero que no siendo suyo, aunque lo pareciera, lo llevó por el mundo que lo lisonjeaba y adulaba. El Fonden lo dilapidó sin pestañear y jamás rindió cuentas a nadie, salvo a Fidel, ante el cual fue un alabardero. Un endiosado que descubre a su Dios. Vergonzosamente los venezolanos lo adoptaron como un mito y no como un trágico incidente de nuestra perdición.
Donald Trump no debió nacer allá arriba sino por acá más abajo. Una de estas republiquitas de Centro o de Suramérica le habría venido de lujo al que lo ha podido todo, sin importarle para nada las consecuencias de sus actos.
Megalómano y ególatra como pocos, casi acaba con el país que irresponsablemente lo eligió y que pagó, un enorme costo de oportunidad para tener al espectáculo en funciones ejecutivas, con el asalto a su capitolio, para solo representar dentro de muchos actos previos, la sostenida manipulación de la institucionalidad y la inoculación virulenta de odios y estigmas que parecían superados.
Digno de los relatos griegos que nos muestran que, los dioses jamás están ahítos ni siquiera de ellos mismos, no cesará Trump, en su perniciosa presencia e influencia perversa y por cierto, amado por decenas de millones, como Hitler, Stalin, Mao, a los que sabiamente la naturaleza acabó por llevarse, so pena de continuar malogrando a sus prójimos.
Putin es otra gema de la misma corona de rapaces admirados y loados que, como nos enseñó Étienne de la Boétie, inexplicablemente, son obedecidos y padecidos al mismo tiempo. Tal vez, el más avaro de todos los actuales jefes del mundo, el más codicioso también, pero no sería eso lo peor si no creyera que Rusia es de él y para siempre.
Se hizo Vladimir presidente de por vida y allí donde Trump torpemente sustrajo la vigencia norteamericana y de Occidente en suma, llegó para quedarse y volver a convertir a la potencia que se vino a menos desde el fin de la década de los ochenta del pasado siglo, por la ahora Rusia que se cree más y se comporta como si lo fuera. Por poco piensa que emula a su paisano Pedro el Grande o a la inmodesta Catalina.
No dejaremos sin citar al todopoderoso, y no hay hipérbole, Kim Jong-un, cuyo desempeño no palidecería si se comparara con las más atroces y crueles dinastías de origen asiático y no son pocas las que pudiéramos recordar.
Asesinó a su ex novia, a su hermano, a su tío sin pestañear y se ocupó él mismo de hacerlo ante todos en dos de esos tres homicidios. Juega con el botón nuclear periódicamente y se calmó temporalmente cuando Trump le hizo saber que él también tenía uno y estaba dispuesto a oprimirlo.
El presidente de China, Xi Jinping, nos invita a contemplar el nuevo imperio del socialismo formal, marxista, leninista y maoísta que practica, sin embargo, un capitalismo intenso pero vigilado, por los que todo lo saben, oyen, sienten e imaginan, y por los que castigan sin mesura ni consideración de derechos humanos o debido proceso al osado caído en desgracia.
Ningún país en el orbe es más expansionista -aunque no lo parezca- que China y lo demuestran hábilmente cada día. La torpeza de Trump con Irán y el abandono del Pacifico la capitalizaron los chinos
No se trata de un autócrata como otros mencionados, Xi Jinping, porque es miembro y líder de la más rancia oligarquía que conozca el mundo: el Partido Comunista chino y su comité central o de dirección. Una jefatura compuesta con varias voces que se alojan y gobiernan mancomunadamente a ese inmenso e insaciable país.
Muy sucintamente describimos a algunos de esos titanes de esta época. Pudimos enumerar muchos más en Europa o en África y tal vez mencionar a Maduro pero, sin que desmerezcan, solo quise aprehender de los enunciados glosados, algunas cualidades o propiedades según se vea que, adornan a los hombres que concentran en torno a ellos o que lo exhibieron por un tiempo como Trump, el mayor poder y el mayor desprecio por la humanidad.
Ocurre que el poder fue, es y será, demoníaco y solo algunos se resisten y escapan sin dejar jirones de su alma en el ejercicio. Es una posesión ante la cual, el exorcismo lejos de liberarte de demonios, te hace consustanciarte más con ellos. Es enajenación, alienación, transmutación. Sacrifica a todos y todo, en el altar de sí mismo y muy pocos salen ilesos de ese tremedal de tentaciones.
Por esa razón, por el cinismo y la deshumanización que se percibe ahora tal vez más que antes, en este ciclo de individualismo, materialismo, cosificación, apreciamos más la necesidad de formar para la política de servicio al congénere, asumir el imperativo de una ciudadanización constante y militante y, la escogencia de una dirección basada más en la razón que, en la emoción. Ojalá así fuera!
Nota de prensa: Nelson Chitty / @nchittylaroche